LOS PADRES DE LA CRISTIANDAD ECLESIÁSTICA
SUSTITUYERON EL SHABAT POR EL DOMINGO ECLESIÁSTICO
2da PARTE DE 2
ROMA Y EL DOMINGO
Esta es la continuación del análisis de la primera parte la cual puede leer en el siguiente enlace SHABAT O DOMINGO ECLESIÁSTICO 1Era parte de 2
La escasez de documentos disponibles y lo discutible de su carácter, hacen muy difícil determinar con absoluta seguridad, dónde, cuándo y por quién fue introducida la celebración del Domingo de Resurrección.
La escasez de documentos disponibles y lo discutible de su carácter, hacen muy difícil determinar con absoluta seguridad, dónde, cuándo y por quién fue introducida la celebración del Domingo de Resurrección.
El historiador Eusebio (260-340) nos proporciona la mayor parte de los datos acerca de la controversia suscitada en el siglo II entre la iglesia de Roma, que pugnaba por la celebración de Pascua en el Domingo de Resurrección, y las iglesias de Asia, que querían mantener su celebración en el 14 de Aviv "Nisan" (tradición "Quartodecima").
Siendo Eusebio un enérgico defensor del Domingo de Resurrección, convertido en fiesta oficial en el concilio de Nicea (325), no duda en atribuirle origen apostólico. En la introducción de su informe sobre esta controversia, Eusebio afirma que el Domingo de Resurrección "es una tradición apostólica que ha prevalecido hasta el tiempo presente." Y de nuevo, en la conclusión, hace remontar a un sínodo palestino (que habla tenido lugar hacia el año 198 a petición de Víctor, obispo de Roma) la idea de que el Domingo de Resurrección viene "de los apóstoles."
Con estas afirmaciones categóricas, Eusebio consiguio inducir a algunos historiadores en el error de aceptar el origen apostólico del Domingo de Pascua. Una lectura critica del texto de Eusebio no deja, sin embargo, ninguna duda sobre el carácter tendencioso e inexacto de sus declaraciones. Como ha observado Marcel Richard, "desde el principio de su relato observamos que él (Eusebio) define la Pascua Quartodecima "pesaj 14 Aviv" como una 'vieja tradición' mientras que califica de 'tradición apostólica' al Domingo de Pascua, llamándolo sin vacilar 'el día de la resurrección del Señor', un evidente anacronismo.”
Este anacronismo llama la atención siendo que Eusebio define la Pascua como "el misterio de la resurrección", y según él también es celebrado por la Quartodecima, aunque de diferente manera. Eusebio nos dice algo acerca de ésta en su sumario del "decreto eclesiástico" promulgado a raíz de los sínodos convocados por el obispo Víctor (hacia 198). Aparentemente, el decreto prescribía "que el misterio de la resurrección del Señor no fuese celebrado en ningún otro día sino en el día del Señor." La conclusión obvia es que “el misterio de la resurrección" había sido celebrado previamente en otros días fuera del domingo, lo cual no es Real ni exacto.
Las referencias más antiguas al Domingo de Resurrección y a la tradición Quartodecima "14 Aviv", como vimos más arriba, hablan de Pesaj como conmemoración del sacrificio del Mesías, y no de su resurrección .
En los esfuerzos de Orígenes por refutar la identificación entre el sacrificio y la Pascua hebrea 14 Aviv, tiene que recurrir al significado etimológico del término hebreo pesaj para demostrar que significa solamente "pasar por alto".
Eusebio todavía se muestra más tendencioso explicando el origen de la Pascua Quartodecima. En su presentación de las cartas de Policarpo e Ireneo, cada vez que menciona la tradición de la Pascua en el 14 de Aviv lo hace calificándola de "vieja costumbre" o "antigua costumbre", pero nunca de "tradición apostólica". Este calificativo lo reserva exclusivamente para el Domingo de Resurrección. Sin embargo, los documentos citados por Eusebio afirman por dos veces la Pascua Quartodecima, mientras que no dicen ni una sola palabra acerca de la pretendida apostolicidad del Domingo de Resurrección. En sus esfuerzos por defender el origen apostólico del Domingo de Pascua, Eusebio no habría dejado pasar la ocasión de justificar su posición citando algún documento que la apoyase, si tal documento hubiese existido. El párrafo de la carta de Ireneo citado por Eusebio da a entender, por el contrario, que el Domingo de Pascua se empezó a celebrar en la primera mitad del siglo II.
En ese pasaje Ireneo insta a Víctor, obispo de Roma (hacia 189-199) a que siga el ejemplo de sus predecesores "Aniceto, Pío, Higinio, Telesforo y Sixto," quienes, aunque celebraban la Pascua en domingo, no se opusieron a aquéllos que la observaban el 14 de Aviv. El hecho de que Ireneo mencione al obispo Sixto (hacia 116-126) como el primero de los no observadores de la Pascua el 14 de Nisán da a entender que la fiesta de Pascua empezó a celebrarse en Roma en domingo por aquel entonces.
"Esta es la conclusión a la que han llegado un buen número de especialistas"
Henri Leclercq, por ejemplo, basándose en el testimonio de Ireneo, sitúa el origen del Domingo de Resurrección “a principios del siglo segundo, bajo el episcopado de Sixto I en Roma, hacia el año 120."
Karl Baus escribe: "No es posible precisar más cuándo y por quién fue introducido el Domingo de Resurrección en Roma, pero debió ser a principios del siglo II, porque Ireneo deja suponer que esa festividad existía desde tiempos de Sixto, obispo de Roma."
J. Jeremias observa también que "Ireneo hace remontar el Domingo de Pascua hasta Sixto (hacia 120), aunque no dice cómo fue introducida en Roma esta festividad pascual."
La hipótesis del origen romano del Domingo de Pascua en tiempos de Sixto es también apoyada indirectamente por la declaración de Epifanio, de que la controversia pascual "comenzó después de que los obispos de la circuncisión saliesen en éxodo de Jerusalén. Ese "éxodo" fue ordenado por el emperador Adriano el año 135, después de haber aplastado la segunda sublevación judía. El emperador, como ya dijimos, promulgó unas ordenanzas encaminadas a la represión radical de las ceremonias y costumbres judías. Para evitar los daños de estas medidas represivas, el obispo Sixto probablemente recurrió a la substitución de las fiestas más visiblemente judías, tales como el 14 de Nisán "Aviv" y el Shabat, por la Pascua de Resurrección y el domingo.
Cuando unos años más tarde los obispos griegos que substituyeron a los judeocristianos quisieron introducir el Domingo de Resurrección en Jerusalén, encontraron la oposición de una feligresía que no estaba dispuesta a aceptar ese cambio.
Los hechos apuntan a Roma como cuna del cambio, de hecho, algunos historiadores llaman a esa fiesta "la Pascua romana" dado el papel absolutamente decisivo que la iglesia de Roma desempeñó en la introducción de la nueva costumbre, entre otras más que fueron añadiendo o mezclando paulatinamente.
Cuando unos años más tarde los obispos griegos que substituyeron a los judeocristianos quisieron introducir el Domingo de Resurrección en Jerusalén, encontraron la oposición de una feligresía que no estaba dispuesta a aceptar ese cambio.
Los hechos apuntan a Roma como cuna del cambio, de hecho, algunos historiadores llaman a esa fiesta "la Pascua romana" dado el papel absolutamente decisivo que la iglesia de Roma desempeñó en la introducción de la nueva costumbre, entre otras más que fueron añadiendo o mezclando paulatinamente.
En los textos del concilio de Nicea (325) y en una carta personal de Constantino dirigida a todos los obispos, documentos éstos muy relacionados entre sí, se presenta a la iglesia de Roma como el primer ejemplo a seguir en el asunto del Domingo de Pascua, sin duda por su papel precursor en la historia de esta observancia.
Al respecto debemos hacernos varias preguntas.
¿Por qué abandonaron los creyentes que se sumaban a la FE Hebrea la Pascua del 14 de Aviv para adoptar el Domingo de Resurrección "Pascua de Domingo"?
¿Fue, como en el caso del Shabat, para diferenciarse de los judíos, judíos/cristianos y de sus prácticas relacionadas con las instrucciones de la Torá?
la mayoría de historiadores ponen el anti-judaísmo como factor básico:
1.- J. Jeremias considera "la tendencia a romper con el judaísmo como la razón principal que llevó a la iglesia de Roma, y a otras, a trasladar la celebración de la Pascua Hebrea 14 de Aviv, al domingo siguiente.”
2.- J. B. Lightfoot también sostiene que Roma y Alejandría adoptaron el Dominqo de Pascua para evitar "cualquier semejanza con el judaísmo.”
3.- Kenneth A. Strand desecha esta explicación, argumentando que "los sentimientos anti-judíos se traslucen claramente en el conflicto Shabat-domingo a principios del siglo II, pero ocurre lo contrario en el caso del 14 de Aviv y el Domingo de Pascua... En efecto, lo que se desprende de la carta de Ireneo a Víctor es que los obispos de Roma, desde Sixto hasta Aniceto, mantuvieron relaciones cordiales con los partidarios de la Pacua Hebrea.”
"La controversia no se ocupó del significado de la Pascua sino de la fecha de su conmemoración de la duración del ayuno"
El anti-judaísmo estaba latente en y las dos tendencias, lo que explica que existiesen al principio relaciones cordiales entre ambas, a pesar de las diferencias de opinión. Evidentemente, los cristianos que celebraban la resurrección el domingo siguiente a la Pascua Hebrea manifestaban un alejamiento del judaísmo mucho mayor que aquéllos que seguían conmemorando la Pascua en la misma fecha que los judíos. Este factor, como vamos a ver ahora, contribuyó grandemente a que la observancia del Domingo de Resurrección (domingo de Pascua) ganase la aceptación general.
El curso que tomaron las cosas a finales del siglo II era previsible:
"Las dos tradiciones se enfrentaron" los partidarios de celebrar la Pascua en la fecha del 14 de Aviv (Nisan) podían acabar celebrándola a la manera judía, como de hecho ocurrió. Una facción de seguidores de la Quartodecima, según el testimonio de Apolinar, obispo de Hierápolis (hacia 170) "en su ignorancia crearon disensiones... pretendiendo que el Señor (Yahshua) comió el cordero pascual con sus discípulos en el 14 de Nisán y que sufrió en el gran día de los panes sin levadura (15 de Nisán)”
Esta tendencia radical mantenía que los cristianos debían celebrar la Pascua del 14 de Aviv (Nisan) al mismo tiempo y del mismo modo que los judíos, comiendo el cordero pascual. Sin embargo, otro sector dentro de los partidarios de la Quartodecima sostenía que los cristianos no debían conmemorar el banquete de la pascua judía, sino sólo la muerte del Mesías. "Esta polémica se extendió en el tiempo y en el espacio".
A principios del siglo III, Clemente en Alejandría e Hipólito en Roma escribieron en contra de los partidarios del 14 de Nisán (Aviv) en sus comunidades. En Roma el problema se agudizó hacia 180, cuando el presbítero Blasto se separó de esa iglesia con un grupo de disidentes. Tertuliano cuenta que Blasto "deseaba introducir el judaísmo de un modo disfrazado; porque decía que la Pascua no se debía celebrar más que de acuerdo con la Torá, el 14 del mes.” Víctor, obispo de Roma (189-198), se dio cuenta de que la única manera de acabar con la tendencia en su iglesia era extirpar la tradición de la Pascua Hebrea 14 de Aviv en su misma raíz, que estaba muy firmemente asentada en las iglesias de Asia.
Para conseguir su propósito, Víctor instó no sólo a los obispos de Asia, sino a los de muchas otras provincias a que, por medio de sínodos, llevasen a sus diócesis a adoptar la práctica uniforme del Domingo de Pascua.
El llamamiento de Víctor fue bien acogido; se reunieron numerosos sínodos y la mayoría decidió en favor de la Pascua romana.
Además del prestigio de Víctor, dos factores contribuyeron principalmente a la amplia acogida de esta iniciativa.
El primero fue el extremismo del sector radical de los partidarios de la Quartodecima, quienes no sólo insistían en celebrar la Pascua en la fecha Hebrea sino también a la manera judía, comiendo el cordero pascual. Este sector parece haber causado importantes disensiones no sólo en Asia sino también en Alejandría, e incluso en Roma. El cambio de la celebración de Pascua del 14 de Aviv al domingo siguiente fue acogido por muchos obispos como una medida oportuna.
El segundo factor se encuentra en la creciente importancia teológica atribuida a la resurrección del Mesías. La adopción del Domingo de Pascua ofrecía la posibilidad de celebrar a la vez la muerte y la resurrección en los mismos días de la semana en que esos acontecimientos ocurrieron. Por otra parte el abismo cada vez mayor entre la iglesia y la sinagoga del que testifica elocuentemente la cantidad de escritos "Contra los judíos" publicados en aquel tiempo empujó a muchos cristianos a diferenciarse de los judíos lo más posible, dejando de celebrar el Shabat y la Pascua Hebrea.
Con respecto al Shabat, ya mencionamos anteriormente algunas de las medidas que tomó la iglesia de Roma para cambiar su observancia por la del domingo.
En cuanto a la Pascua, la iglesia de Roma introdujo cómputos calendarios especiales destinados a asegurarse de que el día de la luna llena cayese siempre después del equinoccio de primavera (algo que los judíos no tenían en cuenta), para que el Domingo de Pascua nunca coincidiese con la Pascua Hebrea.
Los motivos anti-judíos de estos nuevos cómputos aparecen explícitamente enunciados en el tratado Sobre el cálculo de la Pascua, atribuido generalmente a Cipriano, y escrito en el año 243, aparentemente para corregir un error que se había introducido en las tablas de la Pascua romana publicadas por Hipólito (hacia el 222).
Ya en el mismo comienzo, el autor escribe:
"Queremos mostrar a aquellos que aman y buscan el estudio de lo divino que los cristianos no necesitan extraviarse del camino de la verdad o andar ciega y estúpidamente detras de los judíos como si no supiesen cual es el día de Pascua.”
El mismo sentimiento anti-judío en contra del 14 de Nisán (Aviv) aparece un siglo más tarde en el concilio de Nicea. El emperador Constantino en su carta conciliar insta a todos los cristianos a adoptar unánimemente la práctica del Domingo de Pascua, a imitación de la iglesia de Roma, para que "no tengan nada en común con la detestable chusma judía... Todos deberíamos unirnos... para evitar cualquier participación en la conducta perjura de los judíos.”
Hasta este punto hemos podido constatar el anti-judaísmo imperante y como este influyó poderosamente en la interpretación teológica dada al Domingo de Pascua, y contribuyó en gran manera a la adopción de la observancia de éste, así también la estrecha relación existente entre el Domingo de Pascua y el domingo semanal se deduce que las mismas razones anti-judías contribuyeron a la adopción del domingo en lugar del sábado. Esta conclusión se apoya en la identidad de medidas tomadas por la iglesia de Roma para hacer triunfar el domingo semanal sobre el Shabat Hebreo, y el Domingo de Pascua sobre el 14 de Nisán (Aviv).
LA PRIMACÍA DE LA IGLESIA DE ROMA
La iglesia de Roma en el siglo II, ¿tenía autoridad suficiente para imponer la observancia de tales festividades a las demás iglesias cristianas?
Los documentos que se disponen no dejan lugar a dudas sobre la autoridad e influencia que la iglesia de Roma ejercía ya en aquella época.
Unos pocos ejemplos bastarán como prueba de ello.
Ignacio, en el prólogo de su Epístola a los Romanos, saluda a la iglesia de Roma con una profusión de epítetos honoríficos que exceden con mucho a los que él usa en las demás cartas a otras iglesias.
La iglesia de Roma, escribe Ignacio: "preside en la capital de los territorios romanos; una iglesia digna de Dios, digna de honor, digna de elogio, digna de alabanza, digna de triunfo, digna de glorificación; y que preside en amor, mantiene la ley de Cristo, y es portadora del nombre del Padre." FIN DE LA CITA.
La expresión "presidir en amor" ha sido objeto de numerosas discusiones entre eruditos.
Ignacio usa repetidamente el término “amor"--agape--como una personificación de la comunidad cristiana en la que se manifiesta tal amor. Así, por ejemplo, Ignacio escribe a los Tralianos diciendo: "El amor de los de Esmirna y Efeso os envía saludos". De esto se deduce que lo que Ignacio le atribuye a la iglesia de Roma es la "presidencia" de amor (no de jurisdicción), es decir, un interés especial por el bienestar de las demás iglesias.
Es de lamentar que lo que en un principio fue una preeminencia de amor, con el tiempo se convirtió en una primacía de derecho, es decir, basada en pretensiones jurídicas.
Que la "presidencia" a la que Ignacio se refiere es la preeminencia de amor, aparece claramente en el llamamiento que hace en la conclusión de su epístola en favor de su iglesia "huérfana":
"Acordáos en vuestras oraciones de la iglesia de Siria, que tiene a Dios por pastor en mi lugar. Jesucristo solo velará por ella, junto con vuestro amor". FIN DE LA CITA.
¿No es sorprendente que Ignacio confle la iglesia de Antioquía al cuidado amoroso de una iglesia tan distante como la de Roma?
Si tenemos en cuenta que él no la conocía personalmente y que habia cerca de Antioquia muchas otras iglesias, no podemos sino concluir que Ignacio le atribuye a Roma una importante función de liderazgo pastoral Ireneo, obispo de Lyon, en su libro "Contra las Herejias" (compuesto entre 175 y 189), rebate a los herejes apelando a la tradición apostólica preservada de un modo particular en la iglesia de Roma, que él describe como:
"la iglesia mayor, la más antigua (maxima et antiquissima) y universalmente conocida, fundada y organizada por los más gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo... Pues es necesario que, por razón de su autoridad preeminente (potentior principalitas), cada iglesia concuerde con esta iglesia, que es la de los fieles de todas partes, por cuanto la tradición apostólica ha sido preservada ininterrumpidamente por todos ellos.” FIN DE LA CITA.
"Las inexactitudes de este pasaje son muy significativas".
Es evidente que la iglesia de Roma no era "la más antigua" puesto que fue fundada después de la de Jerusalén (Yahrushalayim). Por otra parte, la iglesia de Roma no fue fundada por Shaul (Pablo). En su epístola a los Romanos el apóstol dice claramente que él no es su fundador (15:20-24) tampoco Kefas (Pedro) fundó la Iglesia de Roma. Estas afirmaciones, que han llegado a hacerse legendarias, revelan el método que estaba siendo empleado para justificar la primacía por la iglesia de Roma.
Un ejemplo elocuente de la autoridad que estaba tomando dicha iglesia es el de las medidas empleadas por su obispo Víctor para imponer la adopción del Domingo de Pascua.
Es significativo que aún aquellos obispos que no aceptaban la Pascua romana obedecieron la orden de Víctor.
Por ejemplo, Polícrates, obispo de Efeso, habla de la "gran multitud" de obispos que convocó a petición de Victor.
¿Se trataba sólo de un "acto de cortesía hacia Víctor", como pretende Kenneth A. Strand?
El tono desafiante de Polícrates ("yo no me atemorizo con esas amenazas") revela más bien que Victor debió ejercer algún tipo de presión para imponer la costumbre romana. Eso es lo que se desprende también de las drásticas medidas tomadas por Víctor al enterarse de que los obispos de Asia se negaban a aceptar el Domingo de Pascua:
"Él (Víctor) escribió cartas declaró que todos los hermanos de allí estaban excomulgados.” FIN DE LA CITA.
Jean Colson observa acertadamente: "Nótese el poder de excomunión universal que se abroga el obispo de Roma. No consiste en un mero rechazo de trato con las iglesias de Asia, similar al que se daba entre otros obispos. Sino que al quedar separadas de la comunión de su iglesia (Roma), quedaban también separadas de todas las demás iglesias del orbe, a las que él comunicó su sentencia por carta.” FIN DE LA CITA.
El ejemplo histórico que acabamos de ver demuestra que la iglesia de Roma gozaba, ya en el siglo II, de autoridad suficiente para influir sobre la mayor parte del mundo cristiano hasta el punto de imponerle la observancia del Domingo de Pascua y del semanal. Hemos visto, las causas principales de la adopción de esas festividades fueron, por un lado, las presiones sociales, militares, políticas y literarias que las disposiciones imperiales anti-judías hacían sentir también sobre los cristianos, en la medida en que compartían ciertas prácticas provenientes de la FE Hebrea que alguna vez decidieron adoptar; por otro lado, los profundos conflictos existentes entre judíos y cristianos.
La iglesia de Roma, emancipada de la influencia judía mucho antes que las iglesias orientales, y ejerciendo una gran autoridad sobre amplios sectores del imperio (aunque rechazada por otros), desempeñó un papel decisivo en la introducción de la observancia del domingo y de la Pascua de Resurrección. Estas nuevas festividades parecen haber sido introducidas a principios del siglo II, en tiempos de las medidas represivas de Adriano (135) en contra de los judíos, como un remedio encontrado por los cristianos para no ser confundidos con aquéllos en su observancia del sábado y la Pascua. Para desterrar definitivamente del cristianismo la observancia del Shabat.
EL CULTO AL SOL Y EL ORIGEN DEL DOMINGO
Ya vimos como las condiciones sociales, políticas y religiosas que hemos mencionado explican por qué fue abandonada la observancia del Shabat, pero no explican por qué fue elegido el domingo en su lugar, y no cualquier otro día de la semana (por ejemplo, el viernes, día de la Pasión de Cristo) "esto según la creencia cristiana de que el Mesías murió un viernes".
Sobre el día de la muerte y resurrección del Mesías consulte el siguiente análisis (LA SEÑAL DE JONÁS, TRES DÍAS Y TRES NOCHES )Continuemos.
La respuesta se encuentra en la difusión de los cultos solares y en el consiguiente ascenso del "día del Sol" de segunda a primera posición entre los días de la semana.
PROPAGACIÓN DEL CULTO AL SOL
Recientes investigaciones han demostrado que "desde principios del siglo II d. C. el culto al Sol Invictus dominaba en Roma y otras partes del Imperio." PROPAGACIÓN DEL CULTO AL SOL
Hasta finales del siglo I d. C., los romanos adoraban a su propio "Sol natal--Sol indiqes", nombre bajo el que aparece en varios textos romanos antiguos.
Pero en el siglo II el culto oriental al "Sol Invencible--Sol Invictus" se introdujo en Roma por dos caminos distintos: uno privado a través del "Sol Invictus Mithra", y otro público a través del "Sol Invictus Elagabal " Por Tertuliano sabemos que en sus días (150-230) el circo Máximo de Roma fue “consagrado especialmente al sol, cuyo templo se levanta en el centro, y cuya imagen brilla en lo alto del templo; porque a ellos no les ha parecido adecuado rendir honores bajo techo a un objeto que se encuentra en el espacio abierto.”
El emperador Adriano (117-138) se hizo representar en sus monedas identificado con el sol” al que dedicó el famoso Colossus Neronis (que Nerón habia erigido y en el que se habia representado a sí mismo bajo la forma del dios Sol con siete rayos en torno a su cabeza), suprimiendo, desde luego, de aquella estatua colosal todos los distintivos de Nerón.
Hay varios factores qué contribuyeron a propagar el culto al sol:
Uno de los más importantes fue la identificación del emperador con el dios-Sol, así como su culto, favorecido por consideraciones políticas y por las tradiciones religiosas relacionadas con el culto al "Sol-Rey", muy popular en oriente. Los legionarios romanos, que habian entrado en contacto con las tradiciones pascuales del Sol Invictus Elagabal y con el mitraísmo, fueron los principales propagadores del culto solar en Occidente.
"Otro factor a destacar es el clima de sincretismo de la época".
En su penetrante estudio Marcel Simon ha mostrado cómo la divinidad solar fue asimilando a los dioses más venerados. Tenemos una muestra excelente de este proceso de asimilación en dos inscripciones grabadas en una columna del mithaeum de las termas de Caracalla (211-217).
LA PRIMERA dice:
"Unico (es) Zeus, Serapis, Helios (el dios Sol), el señor invencible del universo." Después de la muerte de Caracalla, que había sido devoto ferviente de las divinidades egipcias, el nombre de Serapis fue suprimido y substituido por el de Mitra.
LA SEGUNDA inscripción contiene una dedicatoria a:
"Zeus, Helios, el gran Serapis, salvador, dador de riquezas, el que escucha con benevolencia, el invencible Mitra." Obsérvese que Mitra no sólo aparece asociado a Serapis, Helios y Zeus, sino que es mencionado al final, como personificación de todos ellos.
Marcel Simon explica que el dios Sol (Helios) es "el elemento esencial y central que une juntas a esas divinidades de distintos orígenes y las absorbe más que ellas lo asimilan a él.”
La difusión y popularidad del culto solar produjo un cambio transcendental en la secuencia de los días de la semana.
La semana de siete días había sido adoptada por el Imperio Romano en el siglo primero d. C. En aquel tiempo se les dieron a los días de la semana los nombres de los planetas (que todavía conservan). El día de Saturno (sábado; en inglés "Saturday") era originalmente el primer día de la semana, mientras que el día del Sol (domingo; en inglés "Sunday") era el segundo. Pero en el siglo II, a causa de la preponderancia del culto al sol, un cambio se produjo: se avanzó el día del Sol (domingo) de su posición de segundo día de la semana a la de primero (y todos los demás días fueron corridos de modo que el séptimo día se convirtió en el día de Saturno).
Es difícil determinar la fecha exacta en que la supremacía y el prestigio del día de Saturno fueron transferidos al día del Sol.
Debió ocurrir hacia mediados del siglo II, según una indicación del famoso astrólogo Vettius Valens.
En su Antología, escrita entre los años 154 y 174, dice concretamente:
"Y éste es el orden de los astros planetarios en relación con los días de la semana: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno.” La misma secuencia aparece en una copa encontrada en 1633 en Wettingen, cerca de Baden, junto con unas monedas fechadas entre la época de Adriano y la de Constantino (340).
La primacía del día del Sol en la serie de los días de la semana queda también confirmada por declaraciones de Justino Mártir y Tertuliano, por varios documentos mitraicos, asi como por los decretos de Constantino (3 de marzo y 3 de julio del año 321).
Siendo que el predominio del día del Sol sobre el de Saturno debió producirse a principios del siglo II, al mismo tiempo que la adopción de la observancia del domingo en lugar del Shabat, uno se pregunta si el cambio del día del Sol a la posición de primer día de la semana no influiría también para que los cristianos que querían distinguirse de los judíos adoptasen y adaptasen el nuevo día para su culto semanal.
Hay numerosos indicios, de los que sólo vamos a enumerar algunos, que confirman esta hipótesis:
1.- las frecuentes condenas de cristianos "adoradores" del sol que encontramos en la patrística
2.- la adopción de la simbología solar para representar a Cristo, tanto en el arte como en la literatura cristiana primitiva
3.- el cambio de orientación de los lugares de oración, que antes estaban dirigidos hacia Jerusalén y después lo estarán hacia el Este
5.- la adopción de la fiesta pagana del dies natalis Solis Invicti para celebrar la Natividad cristiana.
Una prueba más directa viene del frecuente uso del simbolismo solar para justificar la observancia del domingo.
Justino Mártir (100-165) pone de relieve que los cristianos se reúnen "en el día del Sol... porque es el primer día en que Dios, transformando las tinieblas y la materia iniciales, creó el mundo."
El nexo que Justino establece entre el día del Sol y la creación de la luz en el primer día no es pura coincidencia puesto que esa misma conexión la encontramos en los escritos de muchos otros Padres eclesiásticos.
Eusebio (260-340), por ejemplo, apela varias veces al tema de la creación de la luz y al día del Sol para justificar la veneración del domingo.
En su Comentario de los Salmos escribe:
"En el día de la luz, el primer día y el día verdadero del Sol, cuando nos reunimos después de un intervalo de seis días, celebramos el "sábado" (refiriéndose al domingo) santo y espiritual... Porque en ese día de la creación del mundo Dios dijo: 'Sea la luz, y la luz fue', y porque también en ese día el Sol de Justicia amaneció sobre nuestras almas."
En esos y otros testimonios semejantes vemos que la elección del día del Sol fue justificada por medio del simbolismo que este día proveía para conmemorar dos acontecimientos transcendentales en la historia de la salvación: "la creación y la resurrección".
Jerónimo (342-420) echa mano de esas dos razones cuando escribe: "Los paganos lo llaman día del Sol, y debemos reconocerlo como tal con la mejor voluntad, puesto que en ese día apareció la luz del mundo y en ese día amaneció el Sol de Justicia.”
La conclusión que se puede desprender de esta exposición es que la adopción y observancia del domingo para substituir al Shabat Hebreo no se produjo en la Congregación de Yahrushalayim (Jerusalén) ni por iniciativa apostólica para conmemorar la resurrección del Mashiaj Yahshua, sino en la iglesia de Roma a principios del siglo II y como resultado de variedades de circunstancias. Una serie de factores políticos, sociales y religiosos, similares a los que impulsaron a la adopción del 25 de diciembre como conmemoración del nacimiento del Mashiaj convirtieron el domingo en el nuevo día de culto.
El hecho de que la observancia del domingo proceda de conveniencias discutibles y no de un mandato bíblico, es un gran obstáculo que los dirigentes religiosos han encontrado a la hora de elaborar una sólida argumentación teológica capaz de promover la correcta observancia del día apartado de YHWH.
¿Qué hacer, pues, para educar y motivar a un creyente para que observen el Shabat como un día entero de descanso, adoración, confraternidad y servicio, y no como una simple hora de asistencia ocasional a los servicios religiosos de una Congregación?
Es el propósito de este estudio favorecer el descubrimiento y la vivencia personal del significado, las funciones y las bendiciones del día que YHWH apartó para reposo, el Shabat:
"Un día cuya finalidad no es la de dar lugar a una hora de culto en la que disociarse o segregarse de los demás, sino la de proporcionar 24 horas en las que reposar, adorar, confraternizar, y servir al necesitado"
"El principal objetivo del Shabat es que descansemos de nuestro trabajo diario para que podamos encontrar reposo en YHWH al liberarnos de nuestras ocupaciones laborales"
"El Shabat nos da tiempo para YHWH, para nosotros mismos y para los demás, y nos permite disfrutar a la vez de la presencia divina y de la fraternidad humana"
"La diferencia entre el Shabat y el domingo no está, pues, solamente en el nombre o en el número del día"
"Es una diferencia de autoridad, de significado y de experiencia"
"Es la diferencia entre una festividad establecida por el hombre y el día apartado por YHWH"
"Es la diferencia entre un día dedicado a la complacencia personal y un día dedicado al servicio de YHWH y de la humanidad"
"Es la diferencia entre un día de desasosiego y un día de reposo divino para la inquietud humana"
SHALOM A TODOS
ATENTAMENTE RICARDO ANDRÉS PARRA RUBI
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